viernes, 4 de octubre de 2013

LEVANTATE Y CAMINA


A menudo esperamos que Dios conteste nuestras oraciones inmediatamente y cuando esto no sucede, nos sentimos defraudados o enojados, aunque sabemos que El desea que con paciencia y persistencia esperemos el cumplimiento de sus planes y propósitos en nuestras vidas.

Juan 5:1-20 narra que había una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua de un estanque llamado en hebreo Betesda, que significa “casa de gracia”, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo y la agitaba, cuando esto sucedía, el primero que entraba al estanque, quedaba completamente sano.


Allí se encontraba un paralítico que por treinta y ocho años padecía ésta enfermedad. Jesús al verlo acostado, supo que llevaba mucho tiempo así, entonces le preguntó:
- ¿Quieres ser sano?
-Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes.


Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. Al instante aquel hombre fue sanado, tomó su lecho y anduvo.


Al igual que ese hombre enfermo, puede ser que tú hayas presenciado muchos milagros alrededor tuyo. Y te preguntas, ¿cuándo llegará mi milagro, acaso Dios se ha olvidado de mí? 


Ese hombre no tenía a nadie para ayudarlo a descender hasta el estanque, año tras año veía como otros se sanaban, en cambio él parecía destinado a pasar el resto de su vida imposibilitado de caminar. Pero apareció Jesús, sus palabras agitaron lo profundo de su corazón, le fue dada la fe y devuelta la esperanza. Jesús con autoridad le dijo "levántate, toma tu lecho y anda" y fue completamente sano.

Hoy, lo mismo puede suceder contigo, solo necesitas decirle específicamente qué necesitas que haga por ti. A veces, al igual que el paralítico, tenemos argumentos de por qué aún no recibimos nuestro milagro: “No tengo a nadie que me ayude a entrar en el estanque, siempre llego tarde para recibirlo”. Sin embargo, Jesús mismo estaba delante de Él, dispuesto a cambiar su historia, ya no hacía falta nadie más.


Deja que tu vida sea un sacrificio vivo para Dios, sométete por entero al desarrollo de sus propósitos. Conviértete en uno de los que espera con paciencia y persistencia lo que anhela.
Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor! Salmo 27:14


No importa el tiempo que haya pasado, ni tampoco la gravedad de tu circunstancia; hoy puedes encontrarte con el mismo Jesús que sanó al paralítico en Betesda. No desistas, no te enojes, persevera hasta alcanzar tu milagro.

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