Con frecuencia pensamos que es posible hallar la felicidad en la perfección, en el consumismo, en cuerpos esbeltos, en tener más dinero, en conseguir estatus, en el poder y el control.
Confundimos felicidad con placer. Vivimos experimentando un placer tras otro. Pero nadie va a encontrar la felicidad en la prisión del placer porque este es corto y temporal.
La felicidad se experimenta a lo largo de la vida. El placer es un evento —un momento en el tiempo. Nadie ha logrado hallar la felicidad mediante ir tras los placeres.
El placer puede ser seductor y adictivo. La obsesión de buscarlo destruye el bienestar mental, físico y espiritual. Sin importar cuál sea la experiencia en cuestión, puede llegar a ser muy adictivo, trátese del alcohol, las drogas, comer desmedidamente, trabajar en exceso, ir de compras, jugar por dinero, los videojuegos, sexo o la pornografía.
El placer se disfraza de “verdadera felicidad”, pero es sólo una ilusión, como muchos de los demás ilusiones que continuamos persiguiendo a lo largo de la vida.
El buscar y experimentar placer por sí mismo es un callejón sin salida. Pero si su meta es la de experimentar una vida de auténtica felicidad, el placer vendrá y alegrará su viaje.
Escoger la felicidad tiene que ver con convertirse en el Vencedor de su vida, no en la víctima.
La felicidad es la habilidad de recibir y dar amor, y nadie en la vida puede dar lo que no tiene.
La biblia nos habla como Dios le dio al Rey Salomón riquezas, bienes y glorias, tales como no las tuvieron ninguno de los reyes que fueron antes de él, ni de los que vendrán después de él (2 Crónicas 1:12) y este Rey teniendo todos los placeres incluyendo demasiado sexo, con setecientas esposas reinas y 300 concubinas, llego a una gran conclusión sobre el placer y la felicidad que hoy podemos aprender en siglo XXI…
La lección es fácil después de haberlo experimentado “todo” entendió lo siguiente sobre la felicidad y el placer…
Vanidad de vanidades, “todo” es vanidad…
Teme a Dios, y cumple sus mandamientos, porque esto es “todo” para el hombre…
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