miércoles, 16 de octubre de 2013

LA VANIDAD



La palabra vanidad proviene del latín “vanitas”, que significa; arrogancia, envanecimiento y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios meritos. 


Así como del vocablo latino “vanus” que se traduce como “vano” y que se interpreta como algo ilusorio, sin efecto y sin resultados, sin consistencia ni fundamento. 
La vanidad es un afán excesivo de ser admirado.

El mito de Narciso refleja las características de un vanidoso, y deja claro el destino de estas personas. 


Narra que luego de rechazar a la ninfa Eco, Narciso fue condenado por Némesis (diosa de la venganza) a observar su rostro en un arroyo. Subyugado por la belleza de su imagen, el joven se retrajo de toda posible relación amorosa, e incluso de atender sus necesidades, por lo que su cuerpo se consumió hasta convertirse en la flor que lleva su nombre. 
La historia de Narciso nos recuerda que la vanidad es un grave error que tiene consecuencias trágicas.

Maslow, en su famosa teoría de las necesidades del ser humano, las jerarquizaba en una pirámide donde, tras la satisfacción de las necesidades fisiológicas, de salud y seguridad, situaba las necesidades de pertenencia, de estima y reputación y, finalmente, de autorrealización. 


La vanidad tiene que ver con los tres últimos niveles. 

Lo más importante en la vida de una persona no es lo que tiene sino lo que puede dar. 
Y el punto aquí no es que te vayas al otro extremo y tengas una baja autoestima sino que sostengas una identidad en Cristo. 
Es esa identidad que te da la certeza de saber que a pesar de tus errores eres amado, y que a pesar de tus fallas eres especial.

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