El cuerpo de aquella mujer había sido molido por el cáncer y la quimioterapia también la había afectado negativamente a tal grado que un día se despertó por la mañana, se miró al espejo, y notó que solamente le quedaban tres cabellos en su cabeza.
Esta mujer sabía la importancia de mantener una actitud y una perspectiva positiva hacia a la vida así que esa misma mañana pensó y dijo: “Creo que hoy me voy a hacer una trenza”. Así lo hizo y pasó un día maravilloso.
Al día siguiente se despertó, se miró al espejo y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza. Con esa misma actitud positiva que la caracterizaba dijo: “Creo que hoy me peinaré de raya en medio”. Así lo hizo y pasó un día grandioso.
Al día siguiente cuando despertó, se miró al espejo y notó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza. “Bueno” dijo: “Ahora me voy a hacer una cola de caballo”. Así lo hizo y tuvo un día muy, muy divertido.
A la mañana siguiente cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba un sólo cabello en la cabeza. “¡Qué bien!” —exclamó— “¡Hoy no voy a tener que peinarme!”
La moraleja de esta historia es que la vida no se trata de esperar a que la tormenta pase sino a aprender a bailar bajo la lluvia.
Permíteme hacerte una pregunta, ¿Quién debería ser más positivo que las personas de fe?
Es imprescindible que seamos excelentes administradores mentales. Es necesario que seamos personas que cultivemos optimismo en vez de críticas o cinismo.
Puedes ver las tormentas de la vida como obstáculos o como oportunidades; la decisión es tuya.
Puedes paralizarse por tus circunstancias o puedes apoderarte por Cristo; la decisión es tuya.
Puedes ser negativo y quejumbroso pero una cosa sí te digo; ser negativo te agotará, te desgastará y frustrará a todos aquellos que te rodean.
Debemos estar dispuestos a ver el potencial. A ver más allá de las barreras y soñar más allá de los obstáculos; ése es el poder de la perspectiva.
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