Hoy en día hay una nueva y curiosa etiqueta social denominada “mamás agenda”. Puede que alguna de nuestras lectoras se sienta identificada, o es posible que conozcas muy bien casos con este tipo de comportamiento. Son madres (a veces también padres) acostumbrados/as a llevar al día las agendas de sus hijos, tengan éstos 6 o 15 años.
Cuando llegan a casa revisan cada una de las tareas, deberes y exámenes que los niños tienen previstos. Obviamente, es importante estar pendiente de este tipo de asuntos, pero ahora bien, no se trata en absoluto de ser guardia y vigía de cada dato, de cada obligación académica del niño. Con ello, lo que conseguimos es que lejos de desarrollar en ellos una autonomía adecuada, sean absolutos dependientes.
“Es que si yo no estoy al tanto, él o ella no haría nada”. Suelen decir. Cuando en verdad, tampoco les hemos dado una oportunidad para que lo intenten. Tenemos “mamás agenda” y “padres helicóptero”, progenitores que “sobrevuelan” sobre la vida de sus hijos, supervisando, vigilando y custodiando cada movimiento…
Evitamos, en esencia, que puedan convertirse en adultos maduros y autosuficientes, negándoles oportunidades, cercando sus espacios personales hasta crear una auténtica burbuja a su alrededor.
La sobreprotección infantil en tiempos modernos
Algo está ocurriendo. Según nos explican los expertos los niños de hoy en día disponen de menos libertad que las generaciones pasadas. Profesionales de educación infantil afirman que en las guarderías, se encuentran con niños un poco más “torpes” que aún no han acabado de desarrollar parte de su función motora o su motricidad fina.
Un ejemplo de ello lo vemos en esos progenitores que arrastran en sus sillitas a niños que ya podrían andar perfectamente, y que sin embargo, prefieren llevarlos de ese modo, “porque es más cómodo”. ¿Y qué ocurre cuando llegan a Primaria? Nos encontramos con niños de 6 y 8 años que van de rabieta en rabieta porque no se les ofrece lo que desean, porque son criaturas incapaces de resistir la frustración o cualquier negativa.
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué hay detrás de la sobreprotección? Básicamente el miedo de unos progenitores a que les ocurra algo malo, a la necesidad casi obsesiva por tener cada aspecto de la vida del niño “bajo control”, aspirando a ofrecerles así, una vida perfecta, sin traumas, sin errores.
Ahora bien, en ocasiones, la inconcebible aspiración a ser “el padre o la madre perfecta”, deriva a veces en todo lo contrario. Generamos en nuestros hijos una relación-odio tan compleja como traumática. La perfección en la educación no existe. Se trata simplemente, de estar cuando se necesita. De servir de guía, de apoyo, de ofrecer un vínculos de amor y cuidado donde día a día, se propicie la madurez emocional de nuestros niños.
Cuando estalla la burbuja de la sobreprotección
Tarde o temprano ese día, llega. Puede que el niño tenga 12 o 20 años, pero finalmente llegará ese momento en que estalle esa burbuja protectora para salir al mundo descubriendo, que tienen un miedo atroz a todo lo que hay fuera, a todo lo que le envuelve y que edifica el “mundo real”, ése del que le han protegido siempre.
Y se sentirá inseguro, y ansioso, siendo además objeto de las miradas de los demás. Es muy posible que sufra acoso escolar, o que reaccione frente a estas amenazas siendo muy consciente de su vulnerabilidad. Un dato curioso que nos explican muchos expertos es que un gran porcentaje deniños sobreprotegidos son más tendentes a desarrollar alergias.
Esto se debe a sus emociones, a su estrés, el cual deriva siempre en un sistema inmunológico más bajo donde es frecuente que aparezcan alguna que otra enfermedad.
Y a su vez, estas enfermedades son un motivo aún más justificado para seguir ejerciendo la “sobreprotección”, con lo cual, se crea una especie de círculo kármico que no termina nunca. No obstante, ello no significa que los niños estén irremediablemente condenados a ser eternamente inmaduros y, en consecuencia, a ser infelices.
Si disponen de una buena autoestima y saben reacciona a tiempo, muchos de ellos podrán romper esas ataduras y andar en seguridad, en avanzar y aprender por sí mismos.
A día de hoy vivimos en un mundo donde la información es accesible para cualquiera. Nuestros padres son durante un tiempo esa burbuja protectora, pero la vida se abre más allá de esa zona de confort y debemos atrevernos a salir de ella.
Suele decirse que a menudo, profesores, psicólogos y educadores, empujan a los niños como si fueran una puerta para que maduren, pero hay veces en que los padres, están al otro lado evitando que eso ocurra.
No hay que tener miedo. Los niños no se rompen, los niños necesitan crecer teniendo oportunidades de aprendizaje, ahí donde ofrecerles nuestra confianza, guiando siempre pero no levantando las barreras de la sobreprotección.
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