miércoles, 29 de abril de 2015

LA ROCA - Por: Ana Maria Frege


Cuenta una historia que después de un naufragio en una terrible tempestad, un marinero pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, permaneciendo en ella durante muchas horas.

Cuando finalmente pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:

- ¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?

- Sí, - contestó el náufrago- la verdad es que temblaba mucho; pero… ¡la roca no! 

Y esto fue lo que me salvó.

No importa lo fuerte que sea la tempestad, si nuestro barco se hundió o si llevamos días esperando un rescate, lo cierto es que mientras permanezcamos en la Roca, nada podrá dañarnos.

Tu tempestad puede llamarse problemas financieros, familiares, de salud, sentimentales, crisis política y social en tu país, desastres naturales, etc.; sin importar de qué se trate, puedes estar seguro que ninguno de ellos te hundirá, no perecerás por muy fuertes que sean.

Aférrate a Dios, pon en Él tu confianza, porque es el único Refugio seguro que tendrás, es la Roca que no se mueve y te ayuda a mantenerte a salvo en medio de la tormenta.

“El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!” 

Al igual que el náufrago, puede ser que estés temblando de miedo pero no temas, si te refugias y permaneces en Dios, no habrán olas, ni viento ni ningún tipo de tempestad que te venza.

Deja de luchar con tus fuerzas, sostente de la Roca y refúgiate en Dios, permite que Él detenga el viento y calme las aguas, entrégale esa tormenta que te atemoriza; verás que Dios nunca falla.

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