miércoles, 30 de abril de 2014

UBUNTU - Por: Ana Maria Frege



Una historia cuenta que un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y les dijo que aquel que llegara primero ganaría las frutas.

Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos; después se sentaron a disfrutar el premio. Aún sorprendido, el antropólogo les preguntó por qué habían corrido así y no de forma individual, como para que uno sólo ganara el premio, a lo que respondieron: “UBUNTU” ¿Cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?

Ubuntu, es un concepto que proviene de las lenguas zulúes y xhosas. Es una regla de ética sudafricana enfocada a la lealtad de las personas y las relaciones entre ellas. Si lo queremos traducir a nuestra lengua, podríamos decir: “Humanidad hacia otros”; “Soy porque ustedes son”; “Una persona se hace humana a través de otras personas”; “Una persona es persona en razón de otras personas”

Un religioso africano dio esta definición más exacta: “Una persona con UBUNTU es abierta y está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente amenazada cuando otros son capaces y son buenos en algo porque está segura de sí misma. Ya que sabe que pertenece a una gran totalidad que decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos”.

Toda sociedad, por desarrollada que sea, debería practicar este principio que nos lleva a ser más humanos, que nos permite crecer y desarrollarnos integralmente.

Mucho más aún, este principio debería practicarse dentro de la iglesia. A veces estamos tan enfocados en la obra y el servicio a Dios que olvidamos que somos parte de un cuerpo, que hay personas que, si bien conocen del amor de Jesús, necesitan de nosotros. El conocer a Jesús, debe hacernos personas mucho más humanas, compasivas, misericordiosas; debemos ser más como Él, capaces de amar genuinamente a nuestro prójimo.


Es tiempo de mostrar al mundo el amor genuino de Dios en acción y enseñarles que si bien el ser cristianos no nos hace inmunes al dolor, a la tentación, al sufrimiento y a los problemas; permaneciendo juntos como un cuerpo y con la ayuda de Dios, ¡somos más que vencedores!

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