miércoles, 30 de abril de 2014

VIGILANTE



Cuentan que antes de la colonización del Oeste, en Norteamérica, había un gran número de caballos salvajes que pastaban en las praderas. Mientras lo hacían, no era raro que los lobos se juntaran en la lejanía. Detectando su presencia por su agudo sentido del olfato, los caballos estaban sobre aviso y alerta. Mientras continuaban así, estaban seguros, pues los caballos podían correr más rápido que los lobos si éstos empezaban a acercarse.


Los lobos, sin embargo, tenían un método muy astuto para atacar a los caballos. Dos o tres de los más viejos iban andando cerca, descuidadamente, saltando y jugueteando. Los caballos, engañados por la apariencia inofensiva que presentaba la manada de lobos, disminuía la vigilancia. Entonces, llegaba el momento fatal. Los lobos escogían al más desprevenido y lo atacaban sin piedad. Lo que había sido una escena de paz se convertía en una escena de carnicería y muerte.


Una infidelidad, un robo, un asesinato, no ocurren de la noche a la mañana. De alguna forma, en algún momento dado, permitimos que el pecado vaya infiltrándose, le damos tan poca importancia, subestimamos tanto el poder que tiene que vamos dándole espacio y cuando nos percatamos de lo que está ocurriendo el divorcio es la opción que se maneja sobre la mesa, la cárcel, la ruptura de familias y otras tragedias que nunca hubiéramos imaginado están afectando nuestras vidas y familias.


En muy raras ocasiones el enemigo se presenta de frente, casi siempre lo hace de forma sutil y va introduciéndose en nuestras actividades, nuestra vida, con pequeñas cosas que aparentemente no tienen importancia y que parecen inofensivas, como los lobos.


No descuides tu relación con Dios. Por algo encontramos en la Biblia varios versículos en los que se nos exhorta a velar y estar atentos.


“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”; 1 Pedro 5:8


Nadie está libre de pecar, aunque tengamos el propósito de permanecer en santidad, la sola intención no basta, debemos cuidar nuestra relación con Dios para que no estemos débiles en el momento de la prueba ni permitamos que el enemigo nos engañe con sutilezas.


Si has caído en alguna trampa, no te desanimes, Dios puede perdonar tus pecados, sanar tus heridas y darte una nueva oportunidad, pero no descuides tu relación con Él, es la única forma en la que podrás mantenerte a salvo.

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