viernes, 20 de septiembre de 2013

EL ZAPATO DE OTRO


Antigua pero interesante historia y moraleja.

Ser capaz de reirse de si mismo es signo de madurez. 

Ademas, al hombre que sepa de reirse de si mismo, nunca le faltara motivo de diversión.

El Zapato De Otro - Plutarco (c. 46-125)


Cuenta Plutarco en una de sus historias, que en aquellos tiempos había un romano que decidió separarse de su mujer dejándola.

Sus amigos le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel divorcio:

 - ¿No es hermosa? -preguntaban.

 - Sí. Lo es. Y mucho.

 - ¿No es, acaso, casta y honrada?

 - Sí. También lo es.

Extrañados, insistían en conocer el motivo que había llevado a su amigo a tomar una decisión tan extrema. 

El romano, entonces, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó:

- ¿Es bonito?

- Sí. Lo es -dijeron ellos.

- ¿Está bien construido?

- Sí. Eso parece - todos aprobaron.

Y entonces él, volviéndoselo a calzar, les aseguró:

- Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta.

De ahí viene la típica frase que hemos oído alguna vez: 

"¿Dónde me aprieta el  zapato?" Nadie puede saberlo sino el mismo que lo usa.
  
Nadie más que uno mismo puede estar en sus propios zapatos.

Los cheyennes, indios americanos, tienen una frase que encaja con lo expresado. 

Dice: "Para conocer a una persona, hemos de andar muchos kilómetros con sus propios mocasines".

Algo similar al proverbio español: "No conocerás a nadie hasta haber consumido con él un saco de sal".
 
De ahí el respeto que nos han de inspirar las decisiones ajenas. Siempre corresponden a situaciones que desconocemos. Y es que no estamos en los zapatos de la otra persona.


Sepamos dónde nos aprieta el zapato, pero evitemos juzgar dónde les aprieta a los demás.

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