Si lo hiciste, por qué lo hiciste?
Si no lo hiciste, por qué no lo hiciste?
No sé si te ha pasado, pero en lo particular muchas veces los “hubiera”, ya sea por sí o por no, llegan a mi cabeza para hacer que lamente de un pasado que no puedo cambiar.
Si no lo hiciste, por qué no lo hiciste?
No sé si te ha pasado, pero en lo particular muchas veces los “hubiera”, ya sea por sí o por no, llegan a mi cabeza para hacer que lamente de un pasado que no puedo cambiar.
“Quizá si esto se hubiera dado de esta manera” o “Si yo no hubiese reaccionado así” son frases que con frecuencia repetimos cuando las cosas no salen como planeábamos, la culpa comienza su trabajo en nuestro corazón para que la falta de perdón haga estragos en nuestra vida, y cuando dejamos que eso avance el panorama se torna aún más oscuro, perdemos la fe.
En muchas de estas ocasiones, en las que los “Hubieras” nos atacan los recuerdos, no somos culpables de lo que paso. No podemos tener el control de todo lo que pasa a nuestro alrededor, y por inentendible que parezca en ese entonces, aún esa situación tiene un propósito para bien.
Si de algo podemos estar seguros es que el pasado ya no lo podemos modificar, lo único que podemos hacer es mejorar nuestro presente para vivir un futuro mejor.
La culpa nunca nos va a llevar por buenos caminos respecto a las decisiones, por lo general cuando permanecemos en ese estado los hábitos alimenticios se desordenan, la salud se deteriora y nuestras emociones se desestabilizan.
Tener la convicción de que cometimos un error y cargar con la culpa son dos cosas completamente distintas, porque la primera nos permite modificar la conducta, en cambio, la segunda es un sentimiento de auto-condenación que crece con el tiempo.
Querer ser perfectos es uno de los mayores errores que cometemos, Dios no busca eso de nosotros.
Soltar perdón sobre uno mismo es uno de los actos más difíciles, porque a veces ni cuenta nos damos que el prisionero más lastimado no está afuera, lo tenemos dentro. Liberarlo significa dejar ir el pasado, no desear justicia propia pensando en cómo modificar los “hubiera” en un futuro cercano, renunciar el papel de víctima para hacernos responsables de nuestras decisiones y darle al creador, una vez más, las riendas de nuestra vida para que su propósito se cumpla.
Los “hubieras” cesan cuando dejamos ir la culpa perdonándonos, porque ya nuestra mirada no está en el pasado que quisiéramos cambiar sino en el futuro que cada día estamos escribiendo con esperanza.
“[…] Por eso, si nos sentimos culpables de algo, podemos estar seguros de que Dios no nos acusa de nada, porque él está por encima de todo sentimiento, y lo sabe todo.” 1 Juan 3:19ª-20
Si Dios, que es el único juez justo, no nos condena. Qué tipo de autoridad crees que tienes para no perdonarte a ti mismo?
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