martes, 11 de marzo de 2014

POR UN TORNILLO


Alan Mathison Turing, era uno de los más afamados y destacados ingenieros informáticos de su tiempo (1950). Su fama se extendió tanto, que era requerido por grandes empresas para solucionar los problemas que se le presentaban.

Una mañana fue llamado de urgencia por un directivo de un poderoso banco europeo. Sucedía que una de sus principales computadoras, había comenzado a fallar. Esta máquina era muy grande en tamaño y su valor se estimaba en doce millones de dólares. 


Turing llegó al lugar y comenzó a revisar la computadora, oprimió unas cuantas teclas y luego la apagó. Entonces sacó un pequeño destornillador de su bolsillo, se metió por debajo de la enorme máquina y con mucho cuidado ajustó un minúsculo tornillo. Luego encendió de nuevo la computadora y comprobó que funcionaba perfectamente.

El gerente del banco, lleno de satisfacción porque el problema había sido resuelto rápidamente, le preguntó a Turing, - ¿Cuánto le debo? - Son diez mil dólares, respondió Alan - ¿Diez mil dólares por cinco minutos de trabajo, o por apretar un simple tornillo?, preguntó el gerente y continuó, ¡Ya sé que mi computadora vale doce millones de dólares, pero diez mil dólares es una cantidad disparatada! Le pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que justifique semejante cantidad. El ingeniero simplemente asintió con la cabeza y se fue.


A la mañana siguiente, el gerente del banco recibió la factura que decía: por los siguientes servicios prestados. Ajustar un tornillo, 1 dólar. Saber qué tornillo ajustar 9999 dólares.


Sin dudarlo y de inmediato, procedieron a pagarle sus honorarios.


Esta historia verídica de Alan M. Turing, nos enseña mucho mas que el cobro de un gran cheque. Alan tuvo mucho tiempo de anónimo esfuerzo, en el que se dedicó a desarrollar su talento en la informática. Años enteros de estudio e investigación, para resolver cada problema que se le iba presentando.


Proverbios 22:29 “El que hace bien su trabajo, estará al servicio de reyes y no de gente insignificante.” DHH 

 
Dios provee un talento a cada persona, el cual deber ser descubierto y perfeccionado individualmente. Cuando nuestras capacidades son cultivadas adecuadamente, el resultado siempre será la excelencia.


El libro de los proverbios, pide en muchas ocasiones que se busque la sabiduría antes que las riquezas. Porque cualquier fortuna es añadidura, que pudiera ser pasajera, sin embargo, la sabiduría es un beneficio invaluable y perdurable, que puede llevarnos incluso mas allá de lo que podemos imaginar.


Proverbios 8:10-11 dice: “En vez de plata y oro fino, adquieran instrucción y conocimiento. Vale más sabiduría que piedras preciosas; ¡Ni lo más deseable se le puede comparar!” DHH

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