miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA VIDA EN BORRADOR


Todo cambia, nada es definitivo. Lo que ayer era, ahora ya no es. Creía en unas cosas en las que ya no creo más. No creía en otras y ahora creo en ellas. Me había acomodado un poco pero todo cambió. La soledad tenía que ser la soledad, no ese invento medio acompañado que me había figurado. El amor ya no tiene aroma a lavandas y buganvillas – o quizás nunca lo tuvo. Las antiguas fortalezas y las seguridades del sistema devinieron prisiones y uno se escapa de ellas.

Se escribe una historia y a los años se la mira de otra manera; entonces hay que volver a escribirla. A los cuentos siempre se les agrega algún detalle que lo aleja del original pero lo hace más entretenido. Lo que antes era tan importante ahora no es más que una anécdota. Los grandes discursos ahora no son más que notas en un cuaderno viejo y uno se asombra de la pasión con que los pronunciaba.

Los viejos lugares ya no son los mismos. O tal vez son iguales pero se miran con la óptica del tiempo. Las inmensas casas solariegas ya no existen; en su lugar se levantan anodinos edificios y comercios. Los enormes plátanos orientales están desgajados y en lugar de ramas imponentes quedan sólo rugosos muñones. El palacio señorial de don Juvenal ahora es un montón de ruinas abandonadas y rotas palmeras.

La vida parece un cuaderno en borrador. Anotamos en ella la vivencia de un milagro, la fantasía de una esperanza, los detalles de un sueño. Más tarde, hay que borrar y anotar realidades que ya no lucen tan bonitas pero son ciertas, al menos por un tiempo. Dibujamos un barco viejo o la casa de la Margarita en un pueblo de la costa. Escribimos un poema un poco cínico pero más cerca del corazón. Dejamos constancia de un sueño truculento que tuvimos la otra noche.

Desencantarse. Decepcionarse. Tomar conciencia. Darse cuenta. “Al final, decía mi primo camionero, la calavera es ñata”. Los heroísmos y los grandes ideales no son más que recursos para ganar plata y hacerse famoso. El interés rompe el saco. La moral es una palabra inventada para sostener el imperio de las instituciones y a sus jerarcas. Por debajo de la mesa circulan las verdaderas intenciones.

La vida observada desmantela el orgullo y la soberbia. El cambio le salva la vida al que accede a su inesperada propuesta.

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