martes, 3 de septiembre de 2013

EMOCIONES REALES EN EL CONTINENTE DIGITAL - Por: Ana Maria Medina


Las emociones juegan un papel decisivo en la vida de toda persona. Pueden ser nuestras peores enemigas o convertirse en las aliadas para una vida integralmente plena. Lo que hoy es materia de la inteligencia artificial ya hace siglos lo dijeron santos como Ignacio de Loyola: es necesario "gustar" el poso que las cosas dejan en nosotros y saber sacar de ello una enseñanza útil para la vida.

Está claro que los jóvenes y adolescentes viven hoy en las redes sociales más horas que en ningún otro espacio privado o público. Y su socialización se desarrolla en ellas a infinidad de tecleos por segundo. Allí son y allí viven, sin embargo ¿puede esta comunicación sustituir a los amigos, al partido de fútbol del domingo o a la charla sincera y despreocupada? ¿Qué hace con los sentimientos el mundo digital?

La singularidad de los nuevos medios de comunicación nos puede llevar a la conclusión de que los "usuarios" no tienen sentimientos, de que son máquinas que interactúan entre sí.

Un "me gusta" o un "Retweet" son sólo un click en el teclado, pero detrás de ellos hay personas que expresan, con ese simple gesto, emociones profundas que buscan ser compartidas. Emociones e internet es un binomio que se equipara a violencia en la mayoría de los casos, a fanatismo y maledicencia. 

Y es que es difícil vencer a la tentación cuando te sirve de barrera la frialdad de lo virtual. 
Es cierto que existen personas que usan internet para dar rienda suelta a emociones negativas, pero también lo es que toda persona que está en las redes, lo está también con sus emociones, y que internet se está postulando como el medio predominante de socialización de las nuevas generaciones. 

No podemos hablar de evangelizar a través de las nuevas tecnologías si no nos sumergimos en ellas, si no ponemos en juego todo nuestro ser y si no concebimos que detrás de cada "perfil" hay un ser humano que siente anhelo de lo divino.

¿Podemos ser personas, con toda la profundidad del término, en los limitados márgenes de la pantalla de un teléfono? 

Cuando comencé mi andadura en las redes sociales volví a encontrarme con antiguos amigos a los que hacía tiempo que no veía. También establecí un modo nuevo de comunicarme con la gente de siempre para aquellos temas que la vida corriente no suele dejar espacio. 
Luego conocí a personas que, lejos de mí, hablaban mi mismo lenguaje, y ahora, me doy cuenta de que en este entramado digital se mueven muchas de mis relaciones más auténticas, más profundas y más constantes. 
Allí nació iMision ¿dónde si no? Allí conocí a @musiquita y @Forresttt, dos amigos que se han hecho para mí auténticos hermanos. Allí llegué a compartir oración e ilusiones con los seminaristas y sacerdotes de mi Diócesis. Allí vivo mi fe día a día.

¿Es posible vivir en las redes sociales? ¿Es posible evangelizar a través de 140 caracteres? ¿Hablar de Dios? ¿Ser testigo? 

Es, simplemente, lo que hace el papa. Hablar desde y para las emociones, llevar a Dios en los labios y el corazón y no tener miedo a la ternura, a sembrar y repartir ternura. 
En mi práctica diaria puedo decir que las redes me ofrecen todo un universo para llevar el Evangelio a la vida. Y cuando me sumerjo, no puedo dejar de lado las emociones de los demás ni las propias. Son el lazo invisible que nos hace humanos, la letra de Dios en nuestra torpe escritura diaria. Como Santa Teresa de Lisieux, yo también me siento misionera sin salir de mi tierra; ¡iMisionera, claro!

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