Compadecido del joven y deseoso de ayudarle, evitándole que cayera en manos de algún amo cruel, se dirigió al esclavo y le preguntó:
- Si te compro, ¿vas a ser honrado? (Los esclavos solían ser acusados de no serlo)
- Señor – le contestó el muchacho – yo voy a ser honrado tanto si usted me compra como si no.
Ésta fue la respuesta que no podía por menos persuadir al presunto comprador de que podía fiarse de él.
La respuesta del muchacho debería ser la misma que nosotros demos en nuestro diario vivir, el hecho de ser honrados no se reduce a eventos públicos, sino que es un reflejo de quiénes realmente somos aun cuando estamos solos.
¿Eres honesto en tu trabajo? ¿Necesitas tener a alguien cerca para hacer cumplir con tus obligaciones o desarrollas tus tareas de la misma manera estando sólo? ¿Cómo te comportas con tu familia y amigos? ¿Eres igual cuando están ellos que en su ausencia?
“La honestidad guía a la gente buena; la deshonestidad destruye a los traicioneros. “Proverbios 11:3
Recuerda que nada queda oculto bajo el sol y que todas nuestras acciones tienen consecuencias, aún si las hacemos cuando creemos que nadie nos ve.
Los efectos de nuestros actos pueden dañar a las personas que amamos y también a nosotros mismos.
Puede ser que logres engañar a tus compañeros de trabajo, a tus jefes, a tu familia, amigos e incluso a ti mismo, pero Dios escudriña nuestros corazones y conoce las intenciones que tenemos; para Él no hay nada oculto y todo aquello que sembramos cosechamos.
Vive rectamente en todo tiempo, de manera que nunca tengas nada de qué avergonzarte y Dios te recompensará y respaldará todo lo que emprendas.
Ser honrado es reflejo de condición de nuestra voluntad y carácter.
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