- ¡Qué gestos hará la gente!
Al tener la noticia de este presuntuoso temor, el príncipe victorioso le ordenó que marchara con un vaso lleno hasta el borde de agua, bajo la amenaza de que en el mismo lugar donde vertiera una sola gota, el verdugo que iba detrás tendría que cortarle la cabeza.
Cuando llegó a palacio, el príncipe vencedor preguntó a su rival:
- ¿Qué gestos hacía la gente?
- No he visto a una sola persona y no puedo decirlo – fue la respuesta del prisionero.
Al estar tan concentrado en salvar su propia vida no pudo mirar a su alrededor, olvidó el temor que sentía a las miradas de la multitud y caminó enfocado en no dejar que cayera una gota de agua.
Todos hemos enfrentado el mismo temor, la duda, hemos vacilado al caminar pensando en el qué dirán o pensarán los demás de nosotros. Aún cuando se trata de gente que no conocemos queremos agradar a todos y en ese afán desviamos la atención de lo que es verdaderamente importante.
Mantén tu mirada fija en Jesús y camina, no te detengas ni te preocupes por los demás porque prestarle atención a sus gestos y palabras podría costarte tu vida, tu salvación.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Hebreos 12:1,2
Cuando Jesús iba a la cruz había mucha gente alrededor que se burlaba y lo humillaba, pero Él siguió adelante porque su mirada no estaba puesta en ese momento ni en esas personas, sino en cumplir el propósito de su venida y en lo que significaba su sacrificio para ti y para mí.
No mires a la gente que te condena, que se burla de ti ni a las circunstancias adversas que te rodean, fija tu vista en Jesús y sigue caminando.
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