miércoles, 7 de agosto de 2013

VIVIR SIN REMORDIMIENTOS - Tomado de la Revista de El Universo Por: Sheyla Mosquera de Calderón

Arrepentirse de haber quebrantado la ley o un código moral es saludable. Pero lo ideal sería evitar los errores o asumirlos con responsabilidad.

Susana es una ama de casa de 39 años. Cuando su hermano mayor vivía, jamás le dijo lo mucho que lo amaba, menos cuando estaba agonizando por un cáncer de colon. Eso le provocó un gran remordimiento.
“Nunca tuve el valor de decirle mis sentimientos, porque en varias ocasiones nos habíamos peleado por problemas monetarios; y solo después de su muerte me di cuenta de que habría sido maravilloso que lo supiera, a lo mejor yo estaría en paz y sin sentir culpa”.
Otro remordimiento, dice Susana, es el haberse sometido a un aborto cuando era soltera. “Este es el peor y jamás podré olvidarlo. Lo sé porque cuando me casé y tuve entre mis brazos a mi bebé, me pregunté cómo hubiera sido el niño o la niña que impedí nacer”.
En cambio, Alberto, de 43 años, se arrepiente de no haber valorado a la persona que lo amó de manera incondicional. “Ella siempre fue atenta, si necesitaba algo, no dudaba en ofrecerme su ayuda o en preparar mis antojos alimenticios. Incluso, me tenía la ropa impecable y la casa limpia”.
 Él siempre prefería andar con sus amigos y dejaba a su novia con la cena preparada, hasta que ya no estuvo. “Ella se alejó para siempre y ahora que estoy solo la recuerdo mucho y siento un gran remordimiento por no haber apreciado a quien me dio todo y yo nada”, asegura.

Reflejos íntimos

Según la psicóloga clínica Toyi de Jácome, el filósofo y novelista Fernando Savater decía: 
“Los remordimientos son reflejos íntimos del miedo que sentimos ante el castigo que se puede merecer. 
Es por esto que optamos por arrepentirnos de cosas malas y que pueden traer malas consecuencias”.
Entonces, explica Jácome, los remordimientos y el arrepentimiento van tomados de la mano. 
Una persona los experimenta cuando se siente culpable de algo. 
“La culpa es la conciencia de haber quebrantado la ley, mientras que el remordimiento es el sentimiento de angustia, pesar y desasosiego por la transgresión cometida y por las consecuencias correspondientes”.

Bueno o malo

Aunque los motivos que originan remordimiento, pueden ser muy variados y dependen de las circunstancias y de la personalidad de cada quien,  siempre estarán delimitados por los códigos morales sean personales, familiares o de una determinada cultura.
“Más allá de que exista un nivel bueno o malo de remordimiento, es importante resaltar la capacidad de sentirlo. Esta es señal de que existe una ley o normativa que ya es parte de la persona, lo que reflejará su posibilidad de ajustarse a la vida, que nos exige limitarnos y ajustarnos en convivencia. En realidad, tenerlo es un indicador de que hay conciencia del otro”.
Incluso, debido a que el remordimiento representa un estado de tensión persistente en sus más bajos niveles, Moreno considera que este causaría malestar, por lo que nadie lo interpretaría como algo bueno. Pero si se lo siente en niveles normales y es asumido con responsabilidad, puede ser un motor para buscar soluciones a dolencias emocionales. Se puede intentar retribuir daños causados y restituir nuestra imagen ante los demás y nosotros mismos.
Los remordimientos son subjetivos, pero se pueden observar a través de la conducta de la persona. Generalmente, quien los padece se siente infeliz, siempre está reviviendo el pasado, con insatisfacción y dolor, y su discurso está dirigido a las falsas culpas que siente sobredimensionándolas, en algunos casos. Incluso, es negativa, le cuesta vivir el presente y no se proyecta hacia el futuro.
Pero, también existen quienes no sienten remordimientos, y esta imposibilidad es una característica de cuadros clínicos como las perversiones o las psicopatías.
“Sin llegar a un cuadro clínico, son los rasgos narcisistas los que deben predominar definitivamente en sujetos incapaces de sentir remordimiento. Son incapaces de ponerse en los pies de otras personas o ver sus actos desde la perspectiva de los demás”.
Inconscientemente, emplean numerosos mecanismos de defensa que les permiten percibir las circunstancias a su favor o que les facultan imaginariamente deslindarse de responsabilidades, aun cuando hubieran cometido errores que causen daños reales.

CONDUCIRSE EN LA VIDA

Para que una persona pueda vivir sin remordimiento, los psicólogos Gabriel Moreno y Toyi de Jácome sugieren considerar los siguientes puntos:
• Conduzca su vida de forma muy consciente para que no dañe a los demás y contradiga su código moral. Para ello es necesario que aplique valores sobre los que sustenta el respeto.
• Tenga autocontrol para poder mantener  lo que dice y hace  dentro de los límites aceptables en el código moral.
• Si siente remordimiento por algún acto concreto, intente buscar soluciones; enmiende el daño hecho, ofrezca disculpas, hable con los perjudicados y trate de hacerles comprender en qué circunstancias ocurrió dicho acto.
• Busque consejos y sugerencias de amigos y familiares para encontrar posibles soluciones a las faltas cometidas.
• Si el remordimiento es excesivo o no se atenúa con el tiempo, el tratamiento con un profesional de la salud mental será imprescindible.
• Evite culpar a otros, más bien asuma la responsabilidad, que usted podría haber manejado de una mejor forma.
• Preocúpese por sus remordimientos. Cuando sentimos arrepentimiento, recreamos la culpa, tristeza, enojo una y otra vez. Permítase experimentar estos sentimientos con la finalidad de seguir adelante.
• Reconozca aquello que ha aprendido o ganado. Recuerde que después de cada experiencia triste o dolorosa hay una lección. Busque esa lección.

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